Podium
En este episodio grabado nada menos que entre la gran magnirrotura de mosaicos, columnas jónicas, cúpulas y ramillete de bajorrelieves que alberga el Petit Palais de París, nos adentramos, de la mano de la exposición “Ténèbres et lumière”, en el sensorio barroco que palpita en la pintura de José de Ribera: cruisings martirológicos, santos muy inviting bottoms, dermis sanguinosas y santísimos sacramento agusanados. Una travesía por el crudo tenebrismo de una pintura que, en las inmisericordes palabras del escritor Théophile Gautier, “parece haber sido ejecutada para caníbales”, con figuras a las que “deja retorcerse como trozos de serpiente en una sombra hosca y amenazadora que no ilumina el mayor rayo divino”. Acompañadnos, amigas, en este intento parisino por averiguar si en los orígenes de la mafia napolitana está un español nacido en Játiva, calibrar los compromisos del mecenazgo y demostrar una vez más que el convento está siempre agazapado hasta en los rincones más insospechados y “licenziosetti” del barroco. Si no puedes vivir ni un segundo más sin escuchar nuestra momento más “Bertín Osborne-coded” hasta la fecha, dale corriendo a play.
Gracias y aplausos y amores al Instituto Cervantes de París por auspiciar el desembarco parisino del barroco, a Eduardo Navarro por su delicioso apostolado y a todas las amigas que vinisteis a arroparnos (¡también las que no pudisteis entrar!)
Es harto probable, lo sabemos, que para vosotras el nombre de Lope de Vega evoque espesísimos recuerdos de bachillerato, olor a puro y Agua Brava, una figura envuelta en humareda de tabaco y feromonas que podría perfectamente sentarse a charlar a través de los siglos con Sabina y Pérez Reverte. Sabemos que a este rinconcito terapéutico venís buscando sosiego carmelita y no este susto canónico que hoy os damos. Pero confiad, amigas, porque hoy os proponemos acercaros al Lope derrotado que poco antes de morir escribía: “mis desdichas son como cerezas: / que voy por una, / y de una en una asidas, / vuelvo con todo un plato de tristezas”. Hoy damos la bienvenida al Lope que lloraba si una flor se marchitaba a destiempo, al que nunca pudo superar la muerte prematura de diez de sus hijos, al que, en sus últimos años, mientras lidiaba con su pérdida progresiva de popularidad en el panorama literario, tuvo que además ser testigo de cómo una de sus hijas, Antonia Clara, con 17 años, desvalijaba su casa y lo abandonaba para siempre para fugarse con su amante. ¿Es este, acaso, un episodio sobre nuevas masculinidades barrocas? Podría ser. Es, eso seguro, una reflexión inspirada por “Tragicomedia”, VIII edición del programa “Mutaciones”: una exposición comisariada por Rafael Barbell Cortell en la Casa Museo Lope de Vega que podéis correr a visitar hasta el 13 de julio. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber qué trinitaria descalza encierra la clave absoluta de por qué no debes rellenar tus surcos nasogenianos con ácido hialurónico, dale corriendo a play.
Abrumadas de regocijo en nuestro primer y felicísimo desembarco transatlántico, enardecidas por el entusiasmo internacional de una auténtica epidemia beateril iluminista y, sobre todo, dulcemente arropadas por la inigualable María Gracia Ríos Taboada, en este episodio grabado en directo desde Lima nos atrevemos, más intrépidas que nunca, a diseccionar la infinita y poliédrica figura de la mujer más espectacular del star system peruano. Bienvenidas, amigas, a nuestro episodio sobre Santa Rosa de Lima: de mutaciones faciales a papagayos parlanchines, de Santa Rosa Xena princesa Guerrera al Jesucristo pulgarcito más juguetón pasando por mucha espiritualidad new age y unos mosquitos absolutamente dominados por la santa más animalista del barroco, para acabar aterrizando donde todas querríamos: en una auténtica epidemia beateril iluminista. En nuestro afán por reconstruir el lado más carismático de Santa Rosa, por deshacerla de capas y capas de abultamiento hagiográfico, por sacarla de la soledad de la santidad y devolverla al cobijo amistoso de su vida, en este episodio decidimos arrimarnos al squad Santa Rosa. Porque ni la primera santa de América escapó al felícisimo embrujo de la amistad. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber qué integrante del squad santa rosa eliges ser esta verano —¿María de Santo Domingo, la de los dedos pegados o Inés de Velasco, la voladora?—, dale corriendo a play.
En recompensa a una temporada alarmantemente escasa en sosiego conventual y regocijo carmelita, y con ánimo de paliar los excesos ruborizantes a los que nos arrastró Giulia di Marco con su club de swingers napolitano, en este episodio nos adentramos en la vida conventual de las carmelitas más repipis, más pijas, más empollonas, más talentosas, más versátiles, más multidisciplinares y con el mayor trastorno thirsty de la personalidad del siglo XVII: Cecilia del Nacimiento y María de San Alberto. Criadas en el sistema de homeschooling más estricto del siglo XVI, Cecilia y María explotarían en el convento todo lo aprendido de mano de su madre, Cecilia Morillas. ¿Tañer el clavicordio? Desde los siete años. ¿Leer latín? Todavía gateaban. ¿Restaurar cuadros al óleo? Mejor que el artista más reputado de Valladolid. ¿Dibujar a mano alzada? Día sí y día también. ¿Componer canciones místicas? Tan buenas que nadie podía creer que no fueran de San Juan de la Cruz. Acompañadnos en esta experiencia inmersiva repleta de DIY cosmográficos, recreaciones botánicas, fantasías eremíticas, bilocaciones textuales, negaciones autoriales, envidias carmelitas y precuelas poéticas de Berta García Faet. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber quién fue la primera mujer en España que ingenió “un globo terrestre, tejido sobre una perfecta bola de corcho y laureados de seda a punta de aguja con sus matices y colores, todos los mares y divisiones de provincias y reinos del orbe”, dale corriendo a play.