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Hoy se cumplen dos años de aquella noche en que el Partido Popular se quedó atónito al comprobar que descuentan no le salían, que ninguna opción de que Feijóo fuera investido presidente daba la mayoría requerida. El ansiado 176 y hoy, 2 años más tarde, al que no le salen las cuentas es al Gobierno. La votación de ayer deja las claras que el Partido Popular está dispuesto a votar contra el interés general. Ojalá Sus Señorías reflexionen este verano y vuelvan en septiembre con algo más que un agónico grito de resistencia.
El mes de julio termina en el cenit de los despropósitos de este curso político. La destrucción del pueblo palestino en Gaza y la claudicación de von der Leyen ante Trump ya no dan margen para mirar a otra parte y ponen la vista de todos ante una evidencia trágica. Se ha necesitado el peso abrumador de imágenes insoportables para que Macron, Sánchez o Starmer osaran decir tímidamente las cosas por su nombre.
Estados Unidos nos ha impuesto su dictado comercial, con ello se refleja nuestra debilidad y nuestra incapacidad para afrontar el pulso que nos ha planteado Trump. Un chantaje en toda regla que además introduce un nacionalismo comercial que levanta muros que acaban con uno de los fundamentos históricos de la democracia liberal, al menos desde hace dos siglos, el libre comercio. ¿Por qué ha pasado esto? Porque los europeos ya no estamos unidos.
El fútbol no nos generó la alegría que esperábamos, pinchazo en Basilea, pero la cabeza muy alta. Europa pasará por caja, qué remedio pagaremos. Aranceles del 15% por las exportaciones a Estados Unidos pudo ser del 50 del 30%, según los vaivenes de los últimos meses y fíjense en que no hay detalle menor el pacto. ¿Algunos ingenuos se preguntarán, nos preguntamos, de verdad acaba el curso político? La política española hace tiempo que se proyecta en sesión continua.