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Es una vieja tradición en nuestro país echarle a la oposición las culpas sobre el estado del país. Ocurrió con Zapatero como ocurrió con Aznar y vuelve a ocurrir ahora. Para la izquierda, Feijóo no colabora, no tiene sentido de Estado, no entiende la complejidad de España. No es ese centrista europeo y moderado con el que alguna vez soñaron. Para cierta derecha, Feijóo, por el contrario, mansea y pastelea, carece de estrategia y falla en la táctica. Y para colmo, no les ganó, allá en el 23, las elecciones.
Cristóbal Montoro no fue solo el gurú fiscal del PP durante los últimos 20 años. Montoro fue, ante todo, 1 de aquellos hombres que proclamó que la culpa de la gran recesión era nuestra, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades y que por eso su partido y el Gobierno de Rajoy, al que pertenecía como ministro de Hacienda, hacían lo que hacían en aquellos denominados viernes
El resultado de combinar polarización y corrupción ya lo hemos visto antes, hartazgo, enfado y distanciamiento de la política. Y solo tiene un vencedor, el populismo. Si hace 10 años la indignación ciudadana fue canalizada por partidos de izquierdas, hoy es la derecha populista la que recoge los frutos de una situación política insostenible.
España encontró en la inmigración después de la pandemia, un revulsivo para su economía, y gracias a ellos estamos cumpliendo las necesidades de los principales sectores productivos. No todo es brillo, tenemos nuestros malestares particulares y colectivos. Vivienda, más vivienda, inflación, la corrupción pública de la que no nos desentendemos. Pero este es un país que funciona.