Podium
"Educar es como enseñar a ir en bici... pesado y peligroso".
Los padres son tan pesados que al final los hijos aprenden a montar en bici porque están hartos: hartos de que les empujen, de caerse y desollarse las rodillas y de que les quiten los ruedines en un momento de despiste. Y es que hay padres demasiado sobreprotectores: de la liga anti-piruleta, anti-toboganes y anti-arenero. Hay algunos que van felizmente con sus hijos al parque y, justo antes de soltarles la mano para que corran hacia los columpios, les dicen aquello de: “pero no te manches”. Que el niño se da la vuelta, mira al padre y le dice "pues mejor vámonos".
Está claro que los niños quieren volver de jugar con marcas de guerra, con ropa manchada que indica que se lo han pasado bien, que se han metido en todos los charcos posibles y que, con suerte, han comido un poco de arena. Para presumir, hay que sufrir. Y cómo sufren los padres con ellos. Agotan todas las posibles maneras de decir que "no" hasta que se ven obligados a recurrir a la ironía de manera continuada: "sí, sí, ve y coge todas las piruletas que quieras, que ahora voy yo y lo pago". Esto provoca tal cortocircuito en los niños que no saben si hacer caso al padre o ir a comer más arena.
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Ser padre es estudiar una carrera universitaria y muy larga. Aprendes todo tipo de palabras extrañas gracias a la cantidad de médicos con los que te cruzas a lo largo de la vida de tu hijo. Puede que cuando el niño cumpla los 18 años puedas formar frases con todas ellas: oxitocina, flujometria doppler, test apgar, ictericia... Los padres saben todo, TODO y, si no, se lo inventan. Se lo inventan porque son inventores, investigadores. Han creado la saliva que lo limpia todo y una gran gama de placebos con diferentes formas, tamaños y sabores. El día que los hijos descubran que las Juanolas no sirven para nada, les subirá a todos la fiebre de forma repentina. Además de estudiar la rama científica de la carrera de ser padre, también tienen asignaturas de letras. Han elaborado una constitución propia con una serie de leyes que, a su vez, tiene varios decretos que contradicen las anteriores. Como, por ejemplo: "no se juega con la comida", pero "está permitido hacer avioncitos cuando tu hijo no quiera comer".Y la ley estrella es, por supuesto, la Ley de Murphy. Que la crearon los hijos, y ellos se la enseñaron a los padres.
Hay una guerra subterránea entre las parejas que no tienen hijos y las que tienen hijos. En los encuentros mixtos (de parejas sin hijos y parejas con hijos) los sin hijos tienden a mirar con los ojos entrecerrados a aquel de la pareja con hijos que de repente suelta: "¿Te enseño una foto de 'mi Javi'? Los sin hijos, en este tipo de combates, son bastante rápidos y tienen salidas ocurrentes del tipo: "¿Te enseño yo una de nuestro viaje EN PAREJA a las islas Seychelles?". Pero nada que digan podrá achantar a un padre, que se entrena cada día con sus hijos en el arte de la dialéctica y la acción. Así que con agilidad, el con hijos saca el móvil del bolsillo y empieza a proyectar y explicar cada una de las fotos de Javi, Palomita y Carlos Junior. La guerra parece que va a estallar de un momento a otro, la tensión se palpa en el ambiente... Pero, finalmente, en la foto 100 del quinto cumpleaños de Carlitos Junior ya se ha dormido todo el personal. Matados de aburrimiento.Los con hijos son conscientes de que pueden son muy pesados, muy ruidosos y muy absurdos. Aplauden cada tontería que hace su hijo y buscan el aplauso entre el resto de parejas, aunque éstas no tengan hijos y no entiendan el teatrillo que se monta cada vez que el niño hace algo. Pero, qué se le va a hacer, los hijos son patrimonio cultural de la humanidad. Y si no lo creéis, dadle al play.
La tensión entre padres y maestros empieza en la guardería, con una sillita muy pequeñita en la que tienes que sentarte y una retahíla de palabras diminutivas. Al final de la reunión acabas con el culo encajado en la silla y la cara dolorida por llevar todo el día con la boquita de piñón. Todo sea por nuestros hijos. Ser padre de niños muy pequeños exige hablar como tontitos y llevar pincitas en el pelito porque hemos aceptado que nuestra hijita nos peine esa mañana.Y no sólo eso, sino que al ir a recoger al niño a la guardería tenemos que aguantar el chaparrón de la maestra. Que dan ganas de decirle: ¿pero no lleva mi hijo todo el día con usted? ¡échele la bronca a él y ya me lo contará luego!. Los profesores de guardería son unos entusiastas, unos motivados, todo es luz, color y pastelitos.Sólo rezas para que no le hayan mandado deberes para casa. Porque seguro que te toca pasar la tarde cantando en bucle "En el auto de papá" (o similares) hasta que te entren ganas de vender el coche e ir en patines a la guarde.