Podium
Entregadas en cuerpo y alma a descubrir todas las vidas menudas del barroco, en este episodio llevamos a cabo una operación de reciclaje que no es, en ningún caso, fruto de la desidia, sino una respuesta a todas las oyentes que desde hace años nos pedís que recuperemos a una de las personitas más fascinantes, olvidadas y tergiversadas de nuestros siglos más favoritos. “Céspedes — Elena y Eleno de, natural de Alhama, esclava y después libre, casó con un hombre y tuvo un hijo, después y muerto su marido se vistió de hombre y estuvo en la Guerra de los Moriscos de Granada, se examinó de cirujana y se casó con una mujer. Fue presa en Ocaña y llevada a la Inquisición donde se le acusa y condena por desprecio al matrimonio y tener pacto con el demonio. Sentenciada a salir al Auto público de fé que se celebró en la plaza del Zocodover de Toledo el domingo, 18 de diciembre e 1588, al que salió en forma de penitente con coroza e insignias que manifestaban su delito, abjuró de leve, y se le dieron cien azotes por las calles públicas de Toledo y otros cien por las de Ciempozuelos, reclusión de diez años en un hospital para sirviese sin sueldo en las enfermerías”. Entre acusaciones de “embaidora y embustidera”, de “invenciones y embelecos”, “embustes y embelesamientos”, asoma toda la violencia inquisitorial volcada en vencer la molesta ilegibilidad de un cuerpo fronterizo. Con este primer folio del proceso inquisitorial que se le abrió a Céspedes, comenzamos nuestro biopic barroco más demandado hasta la fecha: reconstrucciones históricas delirantes, atosigantes miradas panópticas, asombrosas transformaciones anatómicas y un constante nombrarse y renombrarse en el espacio mismo de la ilegibilidad. Si no podéis vivir ni un minuto más sin saber por qué el apellido de la mujer de Céspedes parece un jaque mate desternillante a la disciplina inquisitorial, dadle corriendo a play.
Es harto probable, lo sabemos, que para vosotras el nombre de Lope de Vega evoque espesísimos recuerdos de bachillerato, olor a puro y Agua Brava, una figura envuelta en humareda de tabaco y feromonas que podría perfectamente sentarse a charlar a través de los siglos con Sabina y Pérez Reverte. Sabemos que a este rinconcito terapéutico venís buscando sosiego carmelita y no este susto canónico que hoy os damos. Pero confiad, amigas, porque hoy os proponemos acercaros al Lope derrotado que poco antes de morir escribía: “mis desdichas son como cerezas: / que voy por una, / y de una en una asidas, / vuelvo con todo un plato de tristezas”. Hoy damos la bienvenida al Lope que lloraba si una flor se marchitaba a destiempo, al que nunca pudo superar la muerte prematura de diez de sus hijos, al que, en sus últimos años, mientras lidiaba con su pérdida progresiva de popularidad en el panorama literario, tuvo que además ser testigo de cómo una de sus hijas, Antonia Clara, con 17 años, desvalijaba su casa y lo abandonaba para siempre para fugarse con su amante. ¿Es este, acaso, un episodio sobre nuevas masculinidades barrocas? Podría ser. Es, eso seguro, una reflexión inspirada por “Tragicomedia”, VIII edición del programa “Mutaciones”: una exposición comisariada por Rafael Barbell Cortell en la Casa Museo Lope de Vega que podéis correr a visitar hasta el 13 de julio. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber qué trinitaria descalza encierra la clave absoluta de por qué no debes rellenar tus surcos nasogenianos con ácido hialurónico, dale corriendo a play.
Abrumadas de regocijo en nuestro primer y felicísimo desembarco transatlántico, enardecidas por el entusiasmo internacional de una auténtica epidemia beateril iluminista y, sobre todo, dulcemente arropadas por la inigualable María Gracia Ríos Taboada, en este episodio grabado en directo desde Lima nos atrevemos, más intrépidas que nunca, a diseccionar la infinita y poliédrica figura de la mujer más espectacular del star system peruano. Bienvenidas, amigas, a nuestro episodio sobre Santa Rosa de Lima: de mutaciones faciales a papagayos parlanchines, de Santa Rosa Xena princesa Guerrera al Jesucristo pulgarcito más juguetón pasando por mucha espiritualidad new age y unos mosquitos absolutamente dominados por la santa más animalista del barroco, para acabar aterrizando donde todas querríamos: en una auténtica epidemia beateril iluminista. En nuestro afán por reconstruir el lado más carismático de Santa Rosa, por deshacerla de capas y capas de abultamiento hagiográfico, por sacarla de la soledad de la santidad y devolverla al cobijo amistoso de su vida, en este episodio decidimos arrimarnos al squad Santa Rosa. Porque ni la primera santa de América escapó al felícisimo embrujo de la amistad. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber qué integrante del squad santa rosa eliges ser esta verano —¿María de Santo Domingo, la de los dedos pegados o Inés de Velasco, la voladora?—, dale corriendo a play.
En recompensa a una temporada alarmantemente escasa en sosiego conventual y regocijo carmelita, y con ánimo de paliar los excesos ruborizantes a los que nos arrastró Giulia di Marco con su club de swingers napolitano, en este episodio nos adentramos en la vida conventual de las carmelitas más repipis, más pijas, más empollonas, más talentosas, más versátiles, más multidisciplinares y con el mayor trastorno thirsty de la personalidad del siglo XVII: Cecilia del Nacimiento y María de San Alberto. Criadas en el sistema de homeschooling más estricto del siglo XVI, Cecilia y María explotarían en el convento todo lo aprendido de mano de su madre, Cecilia Morillas. ¿Tañer el clavicordio? Desde los siete años. ¿Leer latín? Todavía gateaban. ¿Restaurar cuadros al óleo? Mejor que el artista más reputado de Valladolid. ¿Dibujar a mano alzada? Día sí y día también. ¿Componer canciones místicas? Tan buenas que nadie podía creer que no fueran de San Juan de la Cruz. Acompañadnos en esta experiencia inmersiva repleta de DIY cosmográficos, recreaciones botánicas, fantasías eremíticas, bilocaciones textuales, negaciones autoriales, envidias carmelitas y precuelas poéticas de Berta García Faet. Si no puedes vivir ni un segundo más sin saber quién fue la primera mujer en España que ingenió “un globo terrestre, tejido sobre una perfecta bola de corcho y laureados de seda a punta de aguja con sus matices y colores, todos los mares y divisiones de provincias y reinos del orbe”, dale corriendo a play.