Podium
La actividad y el ejercicio físico son importantes para nuestra salud en general, y se convierte en esencial cuando atravesamos un proceso oncológico. La actividad y el ejercicio físico no solo ayudan a mantener un peso corporal saludable y a mejorar el bienestar físico y emocional, sino que también puede ser una herramienta valiosa para sobrellevar los efectos secundarios e incluso prevenirlos.
Durante y tras los tratamientos oncológicos, el cuerpo puede experimentar una disminución en la masa muscular y una fatiga intensa debido tanto a la enfermedad como a los tratamientos, además de otros síntomas como el dolor crónico, problemas de movilidad y la hinchazón en los brazos o piernas, entre otros. Además de estos efectos físicos, hay que tener en cuenta los psicológicos, y el ejercicio puede reducir los niveles de ansiedad y depresión.
Hoy hablaremos de cáncer y ejercicio con Inés López, fisioterapeuta de la Asociación Española contra el Cáncer en A Coruña.
El diagnóstico de cáncer es un terremoto que sacude los cimientos de nuestra existencia, que nos arroja a un territorio desconocido, inhóspito a veces. Las secuelas del tratamiento oncológico no se limitan exclusivamente al plano físico. Deja heridas invisibles, cicatrices emocionales que a menudo se silencian y se esconden bajo la alfombra de la urgencia médica. En medio del torbellino de pruebas, tratamientos y consultas, a menudo se olvida un aspecto fundamental de la vida humana: el deseo, el placer, la intimidad. Hoy, en “El cáncer se habla”, nos adentramos en una de esas zonas grises, un territorio íntimo y delicado: el impacto del cáncer y sus tratamientos en la sexualidad. Y con la ayuda de Marc Clemente, psicooncólogo de la Asociación Española Contra el Cáncer, vamos a romper ese silencio.
Poco después de asimilar el diagnóstico, a menudo aún lidiando con el shock que supone, el paciente de cáncer se enfrenta a una derivada del tratamiento un poco menos obvia: los efectos secundarios. Cada cuerpo reacciona de manera diferente, y los síntomas pueden variar según el tipo de tratamiento, pero existen algunos efectos secundarios comunes que afectan a muchas personas. El cansancio, por ejemplo, es uno de los síntomas más habituales y, a menudo, puede resultar difícil de gestionar. A su vez, el insomnio o las alteraciones del sueño pueden ser otro obstáculo en el proceso de recuperación. Otro de los efectos secundarios que más pueden complicar la recuperación es también uno de los más presentes en el imaginario colectivo es el de las náuseas y los problemas digestivos. Hoy tenemos con nosotros a dos médicos de la Asociación Española Contra el Cáncer que forman parte del Servicio de Orientación Sanitaria de la Unidad de Atención a Pacientes y Usuarios para ilustrarnos sobre este tema. Santiago Méndez es urólogo y Elías López, oncólogo radioterapeuta.
Atravesar un proceso oncológico es una situación compleja, tanto física como emocionalmente. Cuando el tratamiento termina o la situación clínica está bajo control, el entorno de la persona suele llenarse de felicidad, de esperanza, de nuevos planes. Sin embargo, para quien ha vivido la experiencia, esa aparente normalidad trae consigo una carga emocional difícil de explicar: el miedo a la recaída. Al salir del tratamiento, la persona ya no tiene el seguimiento tan constante del equipo médico, y con ello puede nacer una sensación de vulnerabilidad y de incertidumbre. Es lógico pensar que tras una experiencia de vida tan intensa, como lo es el cáncer, el miedo a una nueva aparición de la enfermedad se haga presente. Hoy, Marta Pino, psicóloga especializada en psicooncología, nos ayudará a comprender este proceso. Nos explicará estrategias para que, tanto pacientes como familiares, puedan afrontar este miedo, no eliminándolo, pero sí integrándolo de forma saludable en la vida cotidiana.